viernes, 14 de octubre de 2016

Género y desigualdad laboral ¿por qué?

La reacción habitual a las diferencias observadas entre hombres y mujeres en el mercado laboral es atribuirlas al machismo. Personalmente, no tengo inconveniente en llamarlo así siempre y cuando uno entienda por machismo, una forma sistemática de discriminación, como todas las causas objetivas o subjetivas, culturales, institucionales o tecnológicas, que hacen que haya diferencias de estatus entre hombres y mujeres lo que en lenguaje feminista se llama “patriarcado”.
La diferencia de salarios entre personas que ocupan un mismo cargo, y los avisos de trabajo en los que se exigen individuos con características definidas para asumir un determinado cargo como por ejemplo: "se necesita dama con buena presencia", son ejemplos de discriminación que se repiten a diario.
La desigualdad laboral acompaña a las mujeres desde que tienen edad para incorporarse al mercado de trabajo hasta que lo abandonan. En este escenario, la crisis, la reforma laboral y las políticas de recortes que ha llevado a cabo el Gobierno de Mariano Rajoy sólo han contribuido —según los sindicatos— a ensanchar aún más esta brecha. A pesar de que, al principio, la destrucción de empleo fue más notable entre los hombres, ellas continúan teniendo mayores tasas de paro, menores tasas de ocupación y de actividad y condiciones laborales más precarias. Coincidiendo con la conmemoración del Día Internacional de la Mujer Trabajadora, Público desgrana en ocho etapas la perpetua discriminación de las mujeres en su vida laboral.

 Juan Pablo II


“Llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzados hasta ahora. Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga”

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